Publicado el 13/05/2013 por Adrián Ager
Este fin de semana fallecía Constantino Romero, locutor, actor, presentador y otras muchas otras cosas. Conocido por todos y que sin duda se ha ganado un sitio en nuestros recuerdos.
Su perdida me ha traído a la cabeza la importancia de los locutores. Unos profesionales que pese a que muchas veces les tachamos de personas que cobran mucho por poco tiempo de trabajo, son expertos en hacer milagros como el de resucitar textos.
En el mundo de la publicidad la elección del locutor es una decisión que se ha de meditar mucho. Una voz que no encaje bien con el anuncio puede provocar un descrédito de la pieza imposible de levantar ya que afecta al posicionamiento de forma directa.
Aparte de aspectos como el tono o la dicción, hay algo que yo valoro mucho en el locutor, la independencia. Con independencia estoy hablando de la capacidad de salirse de su papel, de no encasillarse y dar un giro a la pieza por si mismo sin tener que ajustarse solo a las directrices del redactor.
Porque luego ocurre que llegas al estudio de grabación y no te termina de encajar la pista. Para darle más emoción a tu lado tienes al cliente que tiene prisa y que a su vez tiene un jefe en la oficina con aún más prisa por oír la locución. En esos momentos es cuando se valora un locutor independiente, un locutor que propone y le da un giro gracias a su experiencia dejándonos con una sonrisa.
También valoro enormemente la capacidad de cambiar el ritmo y acortar un texto que tanto el cliente como el redactor saben que es demasiado largo para 20 segundos. Por suerte, esto lo tiene cualquier locutor profesional (aunque como en todo hay niveles)
Dejemos hacer a los locutores, confiemos en su experiencia y valoremos su trabajo. Tratemos también de regalarles un segundo de respiro entre los 20 segundos aunque sepamos que no lo necesitan, el resultado se notará.
Y sobre todo tratemos de diferenciar, especialmente en cuñas de radio, las promocionales de las de imagen o concepto. Meter una idea y una promo en 20 segundos hará que la promoción no se entienda y la idea quede diluida. Mejor separar y dar dos productos de calidad. Por un lado una promoción con una buena dicción y por otro una idea que le sorprenda al oyente y comunique el posicionamiento.