Publicado el 15/02/2013 por Sandra Sierra
Una vez leí que una persona está sometida a una media de 1.000 impactos publicitarios al día. Cuando lo leí me pareció una auténtica burrada. A día de hoy, me parece poco.
Con el paso del tiempo hemos creado anticuerpos y filtramos mucho mejor la información que queremos que nos llegue. Y si vamos más allá, nos encontramos con la contrapublicidad.
La contrapublicidad, en inglés subvertising, es una crítica a la publicidad alterando el contenido de sus mensajes. Con el objetivo de trastornar, revolver y destruir la publicidad se apodera de técnicas publicitarias para poner patas arriba los significados de los mensajes comerciales.
Para que os quede más claro, la web subvertise.org lo definía de esta manera:
La pintada en la pared, la pegatina en la farola, la frase modificada de una valla publicitaria, la camiseta-parodia… La clave está en la redefinición y reconquista de nuestro entorno arrancándolo de las manos de las grandes empresas.
Mientras que Naomi Klein, en su libro No Logo lo define como “piratería publicitaria”. Aquellos que parodian los anuncios y asaltan vallas callejeras para desvelar la verdad profunda oculta tras los eufemismos publicitarios.
La contrapublicidad empezó en la calle, alterando vallas publicitarias, principalmente con mensajes que escondían reivindicaciones del ámbito social o político, o incluso formas de arte urbano. Acciones efímeras que serían eliminadas rápidamente por la policía o la empresa afectada.
Un movimiento artístico, el Pop Art, también se alimentó de la publicidad pero no reivindica nada pues estaba vacío de todo compromiso social.
En los años 90, internet da el impulso definitivo a la contrapublicidad. Es más fácil compartir parodias e ideas y dar difusión a los trabajos y, gracias a los programas de diseño gráfico, la contrapublicidad es más elaborada estéticamente hablando. En este caso, el grupo contrapublicitario Adbusters, fue pionero en combinar la estética publicitaria con las herramientas de diseño gráfico.
Un ejemplo de éxito de contrapublicidad es Consumehastamorir, es una reflexión sobre la sociedad de consumo en la que vivimos, utilizando uno de sus propios instrumentos, la publicidad, para mostrar hasta qué punto se puede morir consumiendo.
Y en 1984, de la mano de la banda de audio collage Negativland, nace el término Culture Jamming y el artículo Culture Jamming: Hacking, Slashing and Sniping in The Empire of Signs de Mark Dery es considerado su manifiesto fundacional.
El Culture Jamming trata de instalarse en los medios de comunicación de masas de forma clandestina para producir comentarios satíricos sobre ellos, valiéndose de sus mismos métodos. Para que nos entendamos, el objetivos es “joder a las marcas, sacarle los colores”.
Dentro del Culture Jamming encontramos todo tipo de artistas:
Banksy, el artista urbano más conocido y cotizado en la actualidad. Obras anárquicas y provocadoras con gran carga de humor.
Zevs, su seña de identidad son los graffiti limpios, en vez de pintura utiliza agua a presión que suele aplicar en superficies sucias.
The Decapitator, con un sentido del humor muy peculiar. Retoca anuncios sustituyendo las cabezas por sangrientos muñones.
Estos son algunos ejemplos de lo que se puede hacer por cambiar una realidad modificada por la publicidad, contra la que actúan activistas y artistas urbanos mediante acciones de guerrilla.
Enlaces de interés:
Fuente de las imágenes: ibelieveinadv.com, blogs.infobae.com, 24.media.tumblr.com, tonterias.com.